martes, 22 de mayo de 2018

BUSCANDO UN RUMBO parte 3

Tengo por cierto que yo y Antônio durante muchos días molestamos nuestras
sus familias, no siendo igualmente invertida que tangemos mal a algunos de los
nuestros mejores amigos, causándoles malestar, todo en el afán de conseguirlo
mejora. Fue sólo después de pasar por el crisol de muchos muchos, que venimos a
tener conocimiento de la extensa serie de leyes que están a disposición del hombre, en la carne o
fuera de ella, a efectos de influencias, benéficas o maléficas, espontáneas o
ejercidas de propósito.
Nosotros dos, sin embargo, lo haríamos por incomprensión. Nada sabíamos de esas cosas. y
fue por eso que un día, cuando Rosa y María, las dos viudas, se encontraron, una
le dijo a la otra con aires tristes y pensamientos incrédulos:
- Estoy desolada, mi amiga, todo va mal. Se están pasando cosas en el sitio,
que no puedo entender. Brigada de los que eran mansos, salen los mayores
empleados. Nadie más puede dormir tranquilo. Hasta parece que las almas del otro
el mundo anda por allá ... Hay quien dice, el Belarmino, que tiene la manía de los espíritus, que
son los dos que andan juntos, haciendo estragos por estar necesitando de
aclaraciones ... ¿Qué te parece todo?
-Yo - confió la interpelada - creo que debemos buscar un medio, un
de modo, un recurso cualquiera para el término de lo que está pasando. Allá en casa
también, principalmente en el laboratorio ...
- ¡Credo! -exclamó la interlocutora, arregando los ojos y mirando ansiosa
amigo.
- Pues sí. Yo no iba a contar nada, para no impresionarle; pero, como usted ha hablado
En primer lugar, le voy a decir lo que está pasando por allá: mi marido se mueve
todo en la farmacia ...
- ¡Virgen Santísima! - murmuró Rosa - Estoy toda arrepentida.
- No es para menos. Escucha lo que te digo. El Gaspar, nuestro viejo empleado,
ya en varias ocasiones salió corriendo del laboratorio con los ojos fuera de las órbitas! lo
horrible! ...
- ¡Estamos perdidas si eso continúa! -gritó Rosa, palidiendo.
- Con fama de casa mal asombrada, ¿quién más irá a la farmacia? Si no damos
una manera, Rosa, quedar sin tener que criar a los hijos! ...
Y el silencio descendió por unos instantes sobre ambas. Se entregó por unos minutos
a la meditación, hasta que María indagó, súplica:¿Por qué no hablan con el Belarmino, que está metido en cosas de espíritus,
sobre alguna reza que se pueda hacer para librarnos de ellos? ... Pero, Rosa, sería bonito
dejarlos entregados al sufrimiento? ... ¿Cómo es desagradable pensar que sufren,
cuando, en verdad, fueron buenos maridos y buenos padres! ... Es cierto que Antônio ... Pero,
dejamos eso ...
Ante la exposición de María, viuda del farmacéutico, Rosa comentó, satisfecha, como
que creía lo que de mucho viña buscando:
- ¡Eso es lo que venía pensando! El Belarmino, que yo sepa, es débil en el
entendimiento de estas cosas: él bebe, fuma, juega, dice cosas ... Sólo, es instruido. allí,
sin embargo, aquí, un señor llamado Furtado, que es hombre de bienes, aunque sigue siendo
el principado en espiritismo. Según me dijeron, para esas cosas el carácter es más
importante que la lectura. Podríamos hablar con él. El Belarmino es muy llegado a
ese señor. Además, es mi cliente de leche, verduras, etc.
Al cabo de unos minutos estaba resuelto: Rosa mandaría recado al Sr. Furtado
pidiendo hacer una sesión en la casa de cualquiera de ellas. Las dos mujeres
buscaban, así, una solución favorable a los problemas que las enfrentaban.
Yo y Antonio, otra vez, conversábamos sobre el asunto. Aunque los sabedores
de nuestra condición de desencarnados, llevábamos una vida triste de encarnados. que
hacer, cuando el disgusto de ser incomprendido, de sentir falta de paz, de ansiar por
todo, hace de la vida una tragedia? Ah! Mil veces la vida en la carne, mil veces, a una vida
de incertidumbre, inquietud, sufrimientos morales y angustias intelectuales. Cuando fué
decidimos orar, pedir a Dios un socorro. Rezábamos, llorábamos, redoblábamos los
peticiones! Teníamos en el espíritu el gran pesar de vivir parasitariamente, restando a los
que se encarnaron un poco de todo, y algunas veces no poco ... incluso en cosas
¡inconfesables, en actos de premencia bien animal! ...
Al saber, por lo tanto, que nuestras esposas iban a tratar con nosotros a través del medio
espiritismo, exultamos. ¡El contentamiento nos invadía cuerpo y alma! Cuerpo, sí, pues es
el cuerpo mismo que tenemos. El grado de densidad es que varía y lo hace invisible al
hombre terreno, pero es cuerpo para todos los efectos, para todas las sensaciones, para
todos los gozos y para todos los sufrimientos. En aquel tiempo, poca diferencia
se notaba entre él y el cuerpo anterior, a no ser su transparencia. nos sirvió
casi que sólo para hacernos tristeza, llorarnos al suelo, para gemir y llorar. la
la desesperación a menudo nos asaltaba. ¡Tiempo de incertidumbre! Nos pareció percibir
falanges numerosas de seres en la misma condición que nosotros, a rondar los encarnados
y a aspirarles los elementos con que saciaban el hambre y las pasiones, y comenzamos
a temer por el resultado de los trabajos de los espíritas. Hablamos, descontamos,
y que no se sienten más que conscientes de lo que nos daba más.
seguridad, para que aquellos que nos eran caros en el mundo no vinieran a costarnos
mayores celos, por ponerse en contacto con duendes de las tinieblas, o por lo menos
¡romeros sin suerte de la vida! Y fue por oírla hablar en Belarmino y Furtado, que nos vino
la idea de sondarlos. Salimos en busca de ellos. El primero con que topamos fue
Belarmino, que conversaba en la calle con una señora de color negro. Era la primera vez
que lo vimos después de "muertos". En aquel momento fue que tuvimos, o por lo menos
tuve, por primera vez, la agradable y singular impresión de lo que fuera una
conversación sobre cosas de doctrina de los espíritus. Cuando era vivo, había tenido ocasiónde intercambiar ideas con él sobre ese asunto; nada de anormal, sin embargo, me sentía en mí
ni alrededor de mí. He aquí que ahora, con el desarrollo de la conversación, vinieron a
tocar mi nombre. ¡Inmediatamente fui atraído hacia los dos por tremenda fuerza invisible!
Me parecía que chocara violentamente en Belarmino, cuando, en el último instante,
otra ley o fuerza intervino, desviándome hacia el lado izquierdo de la señora de color con
que él proseguía. Ella me sentía inmediatamente, porque percibí que me decía,
repetidamente:
- ¡Dios te dé comprensión y paz, hermano! ¡Dios te dé comprensión! ...
Y lo hacía con tal simpatía y sinceridad, que me conmovió.
Como nadie hubiera tocado en el nombre de Antonio, nada le había ocurrido, sin serlo
que, asustado, salió de cerca de los amigos encarnados, con miedo de ser arrebatado
por el mismo huracán. Se quedó al acecho, de lejos, desconfiado, incluso intrigado.
En cuanto a mí, nada pude hacer que sea forzado a acompañar a esa señora. por
más que quisiera, no podía alejarse de ella. Ella sabía que me conducía, y me
enviaba mensajes reconfortantes, que a veces comprendía íntegramente, y
otras, sólo sentía. Sin embargo, quedé satisfecho con lo ocurrido, porque la compañía
de ella me causaba un raro y delicioso estado de paz. Era como si yo hubiera tomado
algún sedante ... Sus fluidos me hacían un bien enorme. Me sentía curado de cuerpo
y el alma!
Cosa interesante se dio al llegar a su residencia. Un señor de nuestro país
plano, muy alto, rodeado de otros dos de menor estatura, vino a mí, diciéndome
cosas sobre la conducta que debía mantener mientras estaba al lado de la médium, hasta el punto
el día siguiente, cuando habría una sesión de espiritismo en aquella casa.
- ¿Ustedes son de la familia? - pregunté - Fuego en encontrar a quien quiera
conversar un poco conmigo, pues necesito muchas aclaraciones. También tengo
un amigo que debe andar ahí por las cercanías ... Nosotros desencarnamos juntos ...
Y mientras despojaba mi palabrería, exponiendo nuestras necesidades y
los anhelos, el hombre alto, con extremos de bondad me atormentó:
- Su amigo está allí, mire, entre aquellos dos servidores de esta casa espírita. lo
también está en el programa de los trabajos, por tener a nuestro amigo Belarmino hablado al
presidente de mesa de este grupo, el Sr. Furtado. Sus esposas están aguardando la
oportunidad de contacto con vosotros. Sin embargo, puede estar seguro, todavía no podrá hablar
con ella mañana. Ni su compañero. Antes, sabemos ya que tendrán que trabajar
un poco por los demás, por esas ligeras de espíritus sufriente que ustedes deben tener
visto o reconocido cuando deambulaban por las calles de esta ciudad. necesitamos
ayudarlos. Quien no se eleva durante la vida terrena, al morir queda plomado a la Tierra,
en tristes condiciones, y nosotros tenemos que ir ayudando, aclarando y encaminando esos
infeliz.
Me quedé inmensamente satisfecho de ver a Antonio en el mismo programa de recuperación
que yo. Conseguimos sonreír, por primera vez, el uno para el otro, contentos con el rumbo
que los acontecimientos estaban tomando. Tanta ventura nos enterneció y, pensando
en los horrores pasados, dimos gracias a Dios del fondo del alma, por haber atendido
a nuestros rogos. Los primeros momentos de felicidad espiritual, después de
casi seis meses de angustias, desde el trágico día en que caigamos por laen el fondo de las aguas revueltas del río después de sufrir choques,
las roturas de huesos y burbujas tremendos.
De todo habiendo de llegar la hora, también de eso y de nosotros llegaría. Hoy sé
bendito que poseemos en nosotros, por leyes fundamentales, el poder de precipitar
acontecimientos y fenómenos, buenos o malos. Es por ignorancia que vivimos a pedir a los
cielos precisamente aquello que por la voluntad del cielo, digo del Dios interno,
poder de realizar. Mejor, por lo tanto, que pedir siempre y de fuera, es esforzarnos y
desenterrar los recursos que tenemos dentro de nosotros. En lugar de reclamar tierras lejanas
para labrar, más juicioso y necesario es labrar la semilla íntima, donde mucho hay que
hacer. Para tener es necesario conquistar y la suprema conquista es de orden totalmente
íntimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DE LA TRANQUILIDAD DEL ANIMO

A SERENO I. SERENO: Cuando me examinaba a mí mismo, ¡oh Séneca!, aparecían en mí algunos vicios, puestos tan al descubierto que podía co...