BIBLIOTECA UNIVERSAL ESPIRITISTA
conocer la verdad y practicar el bien: hé
ahí las sublimes aspiraciones que repre¬
sentan el más laudable propósito para
el pensamiento y para la actividad del hombre.
Extender el conocimiento en la humanidad á fin
de que ésta elimine errores y sume verdades, é
inducir á la práctica del bien por el bien mismo,
ó en otros términos, ilustrar la inteligencia y
depurar el corazón, es el perenne afán de toda
sana filosofía, en busca de la luz, que es el pro¬
greso, y de la virtud, que es la perfección. El
cultivo de la inteligencia y las buenas obras, son
los caminos que al anhelado fin conducen.
Esto dice una doctrina que en sus fundamentos
es tan antigua como el mundo, y en su método
y su síntesis podemos considerar como la filosofía
novísima; es también la forma contemporánea dela Revelación: Se llama Espiritismo y pretende
resumir la ciencia y regenerar á la humanidad.
Para mostrar que estas pretensiones no son
sueños de loca fantasía sino legítima aspiración
fundada en racionales tésis, hemos dicho. antes
de ahora y hemos de repetirlo aquí: ;
« El Espiritismo abraza los conocimientos del
orden sensible ó fenomenál y los del orden ideal,
partiendo de las ciencias conocidas, paraelevarse
siempre al punto de confluencia de las llamadas
físico-naturales, con las morales, aspirando á la
sintetización que nos llevará á la ciencia una.
(En el Primer Congreso Internacional Espiritista
—^Barcelona, 1888—-se proclamó como la ciencia
integral y progresiva). Pero no se olvide que el
primer objeto es el mejoramiento moral, con el
que caminan el mejoramiento físico y el inte¬
lectual.
» El Espiritismo no se cierne tan sólo en las
regiones del puro idealismo; es ante todo doc¬
trina de soluciones prácticas que tienden á de¬
rribar el pedestal de la hipocresía deificada por
absurdas concepciones religiosas, estableciendo
paralelismo completo entre la creencia y la con¬
ducta, entre el precepto moral y el acto que se
ejecuta. Si el sacerdote de las religiones positi¬
vas suele decir: « Haz lo que digo y no mires lo
que hago»; el que se precie de espiritista debe
exclamar: «Mira lo que hago y piensa en lo que
digo.»
Norma de conducta de éste es pensar recta¬
mente y rectamente obrar, mirando antes que elbien propio el ageno, pues de hacer el bien á los '
'demás resulta la mayor suma en beneficio pro¬
pio. Cuanto más trascendentales sean nuestros
actos, esto es, cuanto más alcance tengan en
provecho del prójimo, tanto más meritorios son,
tanto más ganamos nosotros. El acto egoísta,
por bueno que sea, no vale para uno mismo más
dé lo que en sí representa: el acto desinteresado
supone para quien lo ejecuta una suma igual á
todos- los beneficios que en los demás ha produ¬
cá do.El primero tiene poca trascendencia; el se¬
gundo repercute devolviendo su intensidad mul¬
tiplicada por toda la extensión de su alcance. El
acto malo no es trascendental, únicamente perju¬
dica á quien lo comete, y perjudica no sólo por el
mal hecho sino por el bien que se dejó de hacer.
Admitimos la doctrina emanada délos Espíri¬
tus, que forma el núcleo de esta filosofía noví¬
sima, no en cuanto es revelada, sino en tanto se
acomoda á la razón; no como fé impuesta, sino
como fé libremente aceptada, que para eso se
nos di ó el discernimiento.
Ridiculizada y despreciada antes, notan mal
juzgada ni desatendida luego, comienza á ser
respetada hoy, y pronto los más, entre los que
< discurren y sienten la necesidad de una creencia,
volverán hácia ella los ojos, porque encierra la
fé del porvenir. «No es una vana quimera el
Espiritismo, no es una utopia irrealizable, 110 es
ana superstición extemporáneamente resucitada;
si eso fuese, habría muerto ya y no resistiera
tantos y tantos años de embates, en medio de loscuales se le ve creciendo siempre, propagándoseconstantemente,
y hallando sus adeptos entre
las clases ilustradas y los pueblos más adelan¬
tados. ¡Extraña superstición que se impone
abriendo los ojos de la inteligencia! ¡Rara utopia
que cada vez se aleja más de lo hipotético! ¡Sin¬
gular quimera que destruye sombras y fantas¬
mas con el testimonio de hechos y realidades!'
Esta doctrina no ha muerto ni morirá como tan¬
tas otras, porque lleva el sello del progreso inde¬
finido y jamás ha de quedarse rezagada; pues se
asimilará todos los progresos de la ciencia, recti¬
ficará sus aseveraciones cuando se le demuestre
que está en el error, y admitirá todas las verda¬
des nuevamente adquiridas, afirmando siempre
su carácter esencialmente progresivo, como pro¬
gresivos y perfectibles son los séres y el medio
en que vi ven dentro de la creación infinitamente
progresiva y perfectible.
Proclamando el verdadero concepto del mundo
y de la vida, el Espiritismo nos encamina hácia
la solidaridad humana planetaria. Mas nuestra
aspiración no pára aquí: El mundo que habitamosno
está sólo en el espacio; humanidades herma¬
nas pueblan esos globos luminosos esparcidos en
la infinita creación, formando inacabable red y
palpitando en el seno del Alma Universal, Diosy
lo infinitamente absoluto y lo absolutamente
infinito, origen y fin de todo, pues á todo dá
vida y todo lo abarca en su presente eterno
pues bien, podemos y debemos levantar nues¬
tras aspiraciones á hacer efectiva la verdaderasolidaridad universal, qué en el mundo físico setraduce
por la afinidad y la atracción, y en el
mundo moral resulta de la simpatía y del amor,
divino efluvio merced al cual todos los sérescoexisten
en la Creación y se elevan hácia el
Creador.
Solo el pensar en estos ideales, tal vez nos
valga hoy el calificativo de ilusos, de locos so¬
ñadores; y la afirmación de los hechos de donde
partimos y que constituyen la sanción de la doc¬
trina, nos hará pasar como alucinados, si no se
nós tacha de Cándidos engañados ó de miserables
embaucadores; y aun á los ojos de algunos apa¬
receremos como plagiadores ó resucitadores dela
antigua magia, sin que falten quienes nos
llamen brujos, hechiceros, cultivadores de artes
diabólicas, juguetes ó instrumentos de Satanás,
etc., etc. Pero ¿qué importan esos dictados? ¿qué
puede impedimos, cuando han pasado para no
volver más los ominosos tiempos de las sangrien¬
tas persecuciones religiosas y la Inquisición; qué
puede impedirnos que proclamemos muy alto
nuestros pensamientos y afirmemos nuestras
convicciones, si la razón sanciona nuestras ideas
y la conciencia aplaude nuestras obras? Si nece¬
sario fuera sabríamos también sufrir el martirio,,
pues tienen aquellas convicciones sobrada vir¬
tualidad para permitir afrontar tranquilamente
todo género de persecuciones; pero no estamos
ya en la época de los mártires, del tormento y
de la hoguera, ha triunfado el libre exámen y
libremente pueden exponerse y propagarse lasideas. Hoy la lucha es de otro género. No faltan,
seguramente, contrariedades ni deja de haber
obstáculos para las ideas que vienen á combatir
la ignorancia, á destruir preocupaciones, á opo¬
nerse á ciertas explotaciones, y á derribar dog¬
matismos, ora religiosos, ora mal llamados cien¬
tíficos; se necesita algún sacrificio y dosis de
abnegación para pelear contra las supersticióhes
•de la ingnorancia, de un lado, y de otro contra
•el autoritarismo de los que se creen exclusivos
•representantes de la ciencia, como si ésta fuese
patrimonio de determinados hombres y determi¬
nadas aspiraciones; pero á las dificultades actua¬
les saben sobreponerse en general los apóstoles
del libre pensamiento, y singularmente los espi¬
ritistas.
La rectitud de miras y la bondad de los actos
nos escudarían en todo caso, si no estuviéramos
ya bien escudados con la misma fórmula en que
se presentan nuestras aspiraciones: El estudio
para conocer la doctrina; la práctica de sus pre¬
ceptos para mostrar con la obra viva la virtuali¬
dad de las enseñanzas espiritistas; la experimen¬
tación científica para comprobar la realidad del
hecho de la comunicación del mundo visible con
el invisible, que ha dado lugar á la doctrina de
los Espíritus ó Espiritismo Moderno.
El Espiritismo no dice «cree», sino «estudia»;
no busca prosélitos nominales, sino adeptos con¬
vencidos por sí mismos de la verdad y la bondad
de sus enseñanzas, y sobre todo y ante todo practicadores
de sus preceptos (que son los de la moral
universal), llámense ó no espiritistas
conocer la verdad y practicar el bien: hé
ahí las sublimes aspiraciones que repre¬
sentan el más laudable propósito para
el pensamiento y para la actividad del hombre.
Extender el conocimiento en la humanidad á fin
de que ésta elimine errores y sume verdades, é
inducir á la práctica del bien por el bien mismo,
ó en otros términos, ilustrar la inteligencia y
depurar el corazón, es el perenne afán de toda
sana filosofía, en busca de la luz, que es el pro¬
greso, y de la virtud, que es la perfección. El
cultivo de la inteligencia y las buenas obras, son
los caminos que al anhelado fin conducen.
Esto dice una doctrina que en sus fundamentos
es tan antigua como el mundo, y en su método
y su síntesis podemos considerar como la filosofía
novísima; es también la forma contemporánea dela Revelación: Se llama Espiritismo y pretende
resumir la ciencia y regenerar á la humanidad.
Para mostrar que estas pretensiones no son
sueños de loca fantasía sino legítima aspiración
fundada en racionales tésis, hemos dicho. antes
de ahora y hemos de repetirlo aquí: ;
« El Espiritismo abraza los conocimientos del
orden sensible ó fenomenál y los del orden ideal,
partiendo de las ciencias conocidas, paraelevarse
siempre al punto de confluencia de las llamadas
físico-naturales, con las morales, aspirando á la
sintetización que nos llevará á la ciencia una.
(En el Primer Congreso Internacional Espiritista
—^Barcelona, 1888—-se proclamó como la ciencia
integral y progresiva). Pero no se olvide que el
primer objeto es el mejoramiento moral, con el
que caminan el mejoramiento físico y el inte¬
lectual.
» El Espiritismo no se cierne tan sólo en las
regiones del puro idealismo; es ante todo doc¬
trina de soluciones prácticas que tienden á de¬
rribar el pedestal de la hipocresía deificada por
absurdas concepciones religiosas, estableciendo
paralelismo completo entre la creencia y la con¬
ducta, entre el precepto moral y el acto que se
ejecuta. Si el sacerdote de las religiones positi¬
vas suele decir: « Haz lo que digo y no mires lo
que hago»; el que se precie de espiritista debe
exclamar: «Mira lo que hago y piensa en lo que
digo.»
Norma de conducta de éste es pensar recta¬
mente y rectamente obrar, mirando antes que elbien propio el ageno, pues de hacer el bien á los '
'demás resulta la mayor suma en beneficio pro¬
pio. Cuanto más trascendentales sean nuestros
actos, esto es, cuanto más alcance tengan en
provecho del prójimo, tanto más meritorios son,
tanto más ganamos nosotros. El acto egoísta,
por bueno que sea, no vale para uno mismo más
dé lo que en sí representa: el acto desinteresado
supone para quien lo ejecuta una suma igual á
todos- los beneficios que en los demás ha produ¬
cá do.El primero tiene poca trascendencia; el se¬
gundo repercute devolviendo su intensidad mul¬
tiplicada por toda la extensión de su alcance. El
acto malo no es trascendental, únicamente perju¬
dica á quien lo comete, y perjudica no sólo por el
mal hecho sino por el bien que se dejó de hacer.
Admitimos la doctrina emanada délos Espíri¬
tus, que forma el núcleo de esta filosofía noví¬
sima, no en cuanto es revelada, sino en tanto se
acomoda á la razón; no como fé impuesta, sino
como fé libremente aceptada, que para eso se
nos di ó el discernimiento.
Ridiculizada y despreciada antes, notan mal
juzgada ni desatendida luego, comienza á ser
respetada hoy, y pronto los más, entre los que
< discurren y sienten la necesidad de una creencia,
volverán hácia ella los ojos, porque encierra la
fé del porvenir. «No es una vana quimera el
Espiritismo, no es una utopia irrealizable, 110 es
ana superstición extemporáneamente resucitada;
si eso fuese, habría muerto ya y no resistiera
tantos y tantos años de embates, en medio de loscuales se le ve creciendo siempre, propagándoseconstantemente,
y hallando sus adeptos entre
las clases ilustradas y los pueblos más adelan¬
tados. ¡Extraña superstición que se impone
abriendo los ojos de la inteligencia! ¡Rara utopia
que cada vez se aleja más de lo hipotético! ¡Sin¬
gular quimera que destruye sombras y fantas¬
mas con el testimonio de hechos y realidades!'
Esta doctrina no ha muerto ni morirá como tan¬
tas otras, porque lleva el sello del progreso inde¬
finido y jamás ha de quedarse rezagada; pues se
asimilará todos los progresos de la ciencia, recti¬
ficará sus aseveraciones cuando se le demuestre
que está en el error, y admitirá todas las verda¬
des nuevamente adquiridas, afirmando siempre
su carácter esencialmente progresivo, como pro¬
gresivos y perfectibles son los séres y el medio
en que vi ven dentro de la creación infinitamente
progresiva y perfectible.
Proclamando el verdadero concepto del mundo
y de la vida, el Espiritismo nos encamina hácia
la solidaridad humana planetaria. Mas nuestra
aspiración no pára aquí: El mundo que habitamosno
está sólo en el espacio; humanidades herma¬
nas pueblan esos globos luminosos esparcidos en
la infinita creación, formando inacabable red y
palpitando en el seno del Alma Universal, Diosy
lo infinitamente absoluto y lo absolutamente
infinito, origen y fin de todo, pues á todo dá
vida y todo lo abarca en su presente eterno
pues bien, podemos y debemos levantar nues¬
tras aspiraciones á hacer efectiva la verdaderasolidaridad universal, qué en el mundo físico setraduce
por la afinidad y la atracción, y en el
mundo moral resulta de la simpatía y del amor,
divino efluvio merced al cual todos los sérescoexisten
en la Creación y se elevan hácia el
Creador.
Solo el pensar en estos ideales, tal vez nos
valga hoy el calificativo de ilusos, de locos so¬
ñadores; y la afirmación de los hechos de donde
partimos y que constituyen la sanción de la doc¬
trina, nos hará pasar como alucinados, si no se
nós tacha de Cándidos engañados ó de miserables
embaucadores; y aun á los ojos de algunos apa¬
receremos como plagiadores ó resucitadores dela
antigua magia, sin que falten quienes nos
llamen brujos, hechiceros, cultivadores de artes
diabólicas, juguetes ó instrumentos de Satanás,
etc., etc. Pero ¿qué importan esos dictados? ¿qué
puede impedimos, cuando han pasado para no
volver más los ominosos tiempos de las sangrien¬
tas persecuciones religiosas y la Inquisición; qué
puede impedirnos que proclamemos muy alto
nuestros pensamientos y afirmemos nuestras
convicciones, si la razón sanciona nuestras ideas
y la conciencia aplaude nuestras obras? Si nece¬
sario fuera sabríamos también sufrir el martirio,,
pues tienen aquellas convicciones sobrada vir¬
tualidad para permitir afrontar tranquilamente
todo género de persecuciones; pero no estamos
ya en la época de los mártires, del tormento y
de la hoguera, ha triunfado el libre exámen y
libremente pueden exponerse y propagarse lasideas. Hoy la lucha es de otro género. No faltan,
seguramente, contrariedades ni deja de haber
obstáculos para las ideas que vienen á combatir
la ignorancia, á destruir preocupaciones, á opo¬
nerse á ciertas explotaciones, y á derribar dog¬
matismos, ora religiosos, ora mal llamados cien¬
tíficos; se necesita algún sacrificio y dosis de
abnegación para pelear contra las supersticióhes
•de la ingnorancia, de un lado, y de otro contra
•el autoritarismo de los que se creen exclusivos
•representantes de la ciencia, como si ésta fuese
patrimonio de determinados hombres y determi¬
nadas aspiraciones; pero á las dificultades actua¬
les saben sobreponerse en general los apóstoles
del libre pensamiento, y singularmente los espi¬
ritistas.
La rectitud de miras y la bondad de los actos
nos escudarían en todo caso, si no estuviéramos
ya bien escudados con la misma fórmula en que
se presentan nuestras aspiraciones: El estudio
para conocer la doctrina; la práctica de sus pre¬
ceptos para mostrar con la obra viva la virtuali¬
dad de las enseñanzas espiritistas; la experimen¬
tación científica para comprobar la realidad del
hecho de la comunicación del mundo visible con
el invisible, que ha dado lugar á la doctrina de
los Espíritus ó Espiritismo Moderno.
El Espiritismo no dice «cree», sino «estudia»;
no busca prosélitos nominales, sino adeptos con¬
vencidos por sí mismos de la verdad y la bondad
de sus enseñanzas, y sobre todo y ante todo practicadores
de sus preceptos (que son los de la moral
universal), llámense ó no espiritistas
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