Espiritismo y Socialismo están unidos por lazos estrechos, dado que aquél ofrece a éste lo que le falta, esto es, el elemento de la sabiduría, de la justicia, del equilibrio, las grandes verdades y el noble ideal sin el cual éste corre el riesgo de permanecer impotente o el de sumergirse en lo tenebroso de la anarquía.
Sin embargo, antes que nada, importa definir claramente los términos que empleamos. Para nosotros, el Socialismo es el estudio, la investigación y la aplicación de leyes y medios susceptibles de mejorar la situación material, intelectual y moral de la humanidad. En esas condiciones son innumerables las gradaciones, las variedades de opiniones, de sistemas, desde el Socialismo cristiano hasta el Comunismo, ya que todo hombre que se preocupe por la situación de su semejante puede decirse socialista, cualquiera sea su predilección o concepciones.
Mi intención no es tanto tratar la cuestión social desde el punto de vista político o económico, sino investigar sobre la influencia que el Socialismo podría tener sobre la evolución del espíritu humano y, particularmente, sobre la educación del pueblo. Las cuestiones sociales, que han revestido desde hace tiempo un carácter violento y amenazaban prender fuego al edificio que nos abriga, han perdido un poco su belicosidad. Este es el momento de considerarlas sin pasión, sin prejuicios y con la calma que es propia de los espíritus reflexivos, interesados en la justicia y deseosos de facilitar la evolución de todos en paz y armonía. Como veremos, la cuestión social es, esencialmente, una cuestión moral.
Nosotros apoyamos decididamente las reivindicaciones legítimas de la clase obrera, reclamando para el trabajador su parte de influencia y de bienestar, su derecho a participar de los beneficios industriales y su lugar digno bajo el sol; sin embargo, reprobamos los medios violentos y anárquicos que serían un peligro para la sociedad occidental, después de haber arruinado a la sociedad bolchevique.
Lo que caracteriza en la actualidad ante nuestros ojos el estado del Socialismo -exceptuando a unos muy raros sectores-, es el conocimiento insuficiente y muy rudimentario de las leyes universales, pues sin él, y sin respetar su observancia, toda obra humana está condenada por anticipación a la impotencia y a la esterilidad, cuando no culmina en el desorden y en el caos.
La vida de las sociedades, como la del Universo, está equilibrada por fuerzas opuestas, antagónicas, y el equilibrio perfecto de ellas produce el orden, la paz, la armonía; pero, desde que una de estas fuerzas predomine sobre la otra, se produce la perturbación, la confusión, el sufrimiento. El estado de inferioridad de nuestro mundo deviene, precisamente, de la
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Socialismo y Espiritismo – León Denis
instabilidad de las fuerzas físicas y sociales en acción en su superficie, pues una repercute sobre la otra.
Todo el pasado nos demuestra el predominio de las clases elevadas, denominadas dirigentes, sobre el pueblo llevado al estado de miseria. Hoy en día, es la clase trabajadora la que a veces intenta constituirse en directora de la sociedad. Pero el despotismo que se origina en lo bajo no es mejor del que se genera en lo alto; es, tal vez, peor, puesto que es más brutal y más ciego.
Después de la última guerra1 el nivel intelectual y moral bajó sensiblemente, las pasiones se desencadenaron y los apetitos y la avidez se mostraron más ardientes y primitivos; ello fue porque lo mejor de los hombres se perdió; llevados por su entrega y su espíritu de sacrificio éstos corrieron hacia la muerte como hacia una fiesta, mientras que los demás, demostrando más prudencia y menos desinterés, supieron preservar sus vidas. Aquellos que se ofrecieron en holocausto para salvación de los demás, giran en multitud por encima de nosotros2 asimilando fuerzas y luces nuevas. Ellos regresarán muy brevemente al seno de esta humanidad que tiene necesidad de su concurso para trabajar por la evolución general. Desde ya, en la generación que surge, Espíritus de valor tomarán su puesto en una veintena de años y los veremos afirmarse por sus méritos y virtudes adquiridas. Mientras tanto, tendremos que atravesar un período difícil, durante el cual todos los que tienen conciencia del deber de solidaridad que nos liga a todos, pero los espíritas sobre todo, tendrán que sacrificar su bienestar personal para guiar a sus semejantes por el camino arduo del progreso.
La grande ley de evolución que rige a todos los seres, debe también servir de base a toda la organización social. Cada uno tiene derecho a una situación relativa con sus aptitudes y sus cualidades morales. Con todo, es la adquisición que traemos de nuestras vidas anteriores a la que la educación espírita puede y debe pulir y perfeccionar.
Lo esencial sería, pues, hacer conocer al hombre, antes que nada, de dónde viene y hacia dónde va, es decir, cuál es la finalidad real de la vida y su destino. Solamente entonces surgirá, con toda claridad y en todas sus consecuencias sociales, esa solidaridad que liga a todos los seres en todos los grados de su ascensión, impulsándolos, por su propio bien, a regresar a la Tierra y a los demás mundos en las condiciones más diversas, a efecto de
1 El lector debe tener presente que Léon Denis escribió esta obra después de la Primera Guerra Mundial, que se desarrolló entre 1914 y 1918. [Nota del traductor al portugués.]
2 Sir Arthur Conan Doyle, el grande espírita y escritor inglés creador del célebre personaje Sherlock Holmes, mostró una fotografía psíquica tomada en Londres en el cenotafio del Soldado Desconocido, en el momento de cumplirse un minuto de silencio y recogimiento. Se ve en ella una multitud de cabezas de jóvenes, entre los cuales afirmó reconocer la de su hijo muerto en el frente. [Nota de Léon Denis.]
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Socialismo y Espiritismo – León Denis
adquirir las cualidades inherentes a esos medios y, muchas veces, incluso, para rescatar deudas de un pasado culposo.
Después de las doctrinas del pasado que no nos trajeron sino oscuridad e incerteza, el Espiritismo proyecta una viva claridad sobre el camino a recorrer; en el encadenamiento de nuestras vidas sucesivas él nos muestra el orden, la justicia y la armonía que reinan en el Universo. Que el socialista se muestre razonable y adopte esta grande Doctrina, esta Ciencia vasta y profunda que ilumina a todos los problemas y nos ofrece demostraciones experimentales de la supervivencia; que sus adherentes se impregnen y conformen a ella sus actos, y el Socialismo podrá convertirse entonces en una dinámica impulsora que llevará a la humanidad hacia destinos superiores.
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Aun cuando no me sea grato, creo un deber insistir sobre el estado de espíritu con el cual me propongo tratar este vasto tema.
Nací en la clase obrera y en ella no conocí sino luchas y privaciones. Mi padre era constructor, luego se convirtió en pequeño contratista, pero el trabajo era escaso y hubo que cambiar de profesión. Yo mismo, después de haber recibido una instrucción muy sumaria, me inicié como empleado de comercio y la labor manual no me era extraña. Ya a los doce años yo desoxidaba piezas de cobre en la Casa de Moneda de Burdeos, y mis dedos de criatura sangraban por el trato rudo con el metal. A los dieciséis años, en una fábrica de loza, en Tours, conducía la cubeta los días que deshornaban las piezas. A los veinte años acarreaba pieles en las horas de mucho apuro, o si no manejaba la margarita, gruesa herramienta de madera que sirve para suavizar los cueros. Obligado durante el día a ganarme el pan y el de mis padres ancianos, me consagraba muchas noches a los estudios a fin de completar mi pequeño acopio de conocimientos, de lo cual proviene el debilitamiento prematuro de mi visión.
Después de la guerra de 1870, comprendí que era preciso trabajar con ardor por la educación del pueblo. Con este fin y el auxilio de algunos ciudadanos, fundamos, en nuestra región, la Liga de Enseñanza, de la que fui su secretario general. Se crearon bibliotecas populares y se iniciaron de inmediato y por todas partes una serie de conferencias. Esto lo manifiesto para demostrar que guardé siempre contacto con la clase trabajadora, participando en su cuidado y colaborando en sus aspiraciones y sus ansias de progreso. Me mostré interesado en el movimiento cooperativo y por mucho tiempo llevé los libros, a título honorario, de un grupo de trabajadores cordeleros unidos en un emprendimiento común.
Ahora que la edad blanqueó mi cabeza y con ella adquirí experiencia, aprecio mucho más las ventajas que proporciona a toda alma las
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reencarnaciones entre los humildes y la libre aceptación de la ley del trabajo. En efecto, el trabajo es un preservativo soberano contra las trampas de la pasión, una especie de baño moral, un escudo de alegría, de paz, de felicidad, cuando es realizado con inteligencia y perseverancia.
Es así como yo comprendí mejor la razón del porqué la ley de evolución conduce, a la inmensa mayoría de los seres, a renacer en el seno de la clase trabajadora para desarrollar en ella sus sanas energías, fortalecer los caracteres y mostrar al hombre verdaderamente digno de este calificativo. En la lucha constante contra las necesidades, en el esfuerzo cotidiano por salir del apremio de la lucha por la vida poco a poco la voluntad se afirma, el juicio se fortalece y las más bellas cualidades se engrandecen y purifican. Y es por tal motivo que las mayores almas que pasaron por la Tierra: Cristo, Juana de Arco y tantos otros Espíritus, quisieron renacer en las condiciones más oscuras para servir de ejemplo a la humanidad.
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Debo decir aquí que, en el curso de mi vida y desde mi infancia, en medio de las dificultades que tuve que vencer, siempre fui sustentado por el mundo invisible. En las circunstancias que termino de señalar, yo me sentía llevado en mi camino por una fuerza imponderable, una dinámica de la cual ignoraba su naturaleza, pues mis guías espirituales sólo se revelaron un poco más adelante. Con todo, yo poseía ya una facultad mediúmnica, la de la psicografía, y con ella obtenía comunicaciones con forma bastante literaria. Pero esta facultad se anuló cuando me convertí en conferencista. Mis protectores del espacio me explicaron que habían adaptado sus recursos fluídicos a mis facilidades oratorias, a los medios de improvisación, por ser más eficaces a la difusión del Espiritismo. Pude observar muchos casos análogos de transformación de facultades psíquicas, especialmente en los médiums de incorporación.
En ese tiempo yo no trataba aún, públicamente, temas espíritas, escogía asuntos a ellos relacionados, más o menos directamente, tales como la pluralidad de mundos habitados, el genio de la Galia, Juana de Arco y otros asuntos que permitían abordar, incidentalmente, el problema del mundo invisible.
Recién fue por 1880 que abordé pública y decididamente la cuestión espírita. Los auditorios eran poco favorables y fue preciso, más de una vez, soportar los escarnios, las objeciones pueriles y, sobre todo, los abucheos. Hoy los conferencistas espíritas enfrentan un mejor acogimiento. Sus oyentes no son siempre adeptos o convencidos, pero por lo menos escuchan con cortesía. Esas diferencias de actitudes dan la medida exacta de los progresos alcanzados por nuestros ideales en un período de cuarenta años.
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Socialismo y Espiritismo – León Denis
Fue sobre todo en el curso de mis conferencias contradictorias con
Volders3 y Oscar Beck, dos capacitadas cabezas del Partido Socialista, que
yo pude darme cuenta de que estaba profundamente imbuido de teorías
materialistas y, en consecuencia, en la imposibilidad de establecer conexión
entre el plan de reforma social y las leyes generales del Universo, cuya
esencia es por entero espiritualista. Es verdad que existen brillantes
excepciones, entre las cuales citaré a Jean Jaurès4, que fue siempre un
espiritualista convencido, elocuente, a la vez que un poeta por sus
inclinaciones naturales. Pero, en mi concepto, en cuanto a esto, él no hizo
escuela.
De la experiencia extraída de mis relaciones constantes con los trabajadores
de todo orden, deduzco esta consideración: los trabajadores, sean de las ciudades o bien de los campos, tomados individualmente, aislados, son
3 Jean Volders: político belga; participó de la formación de las ligas de trabajadores que reunió
en un partido obrero en 1885. Organizó el Congreso Socialista Internacional, de Bruselas en
1891. [Nota del traductor al portugués]
4 Jaurès, Jean - Político francés. Luego de realizar brillantes estudios secundarios, concurrió a la Ecole Superieure Normale, en París, y luego se convirtió en profesor de filosofía en el Liceo de
Albi. Se interesó por la política, siendo elegido diputado por Tarn en 1885. Derrotado en las
elecciones de 1889, volvió nuevamente a sus estudios por algún tiempo y, en 1891, defendió
dos tesis para su doctorado: "De la realidad del mundo invisible" y "De Primis Socialismi Germanici Lineamientis apud Lutherum, Kant, Fichte et Hegel". Apoyó la huelga de los
mineros de Carmaux y éstos lo eligieron para integrar la Cámara, esta vez como diputado del Partido Socialista Independiente. A pesar de ser derrotado en 1898, volvería a ser diputado por
Tarn en 1902, 1906, 1910 y 1914. Su Socialismo no coincide exactamente con el marxismo, pues rechazaba la dictadura del proletariado y la concretización del colectivismo por un Estado
burocrático y un internacionalismo sistemático. El Socialismo era, para él, el libre y pleno
desenvolvimiento de la persona humana, el verdadero sentido de la declaración de los derechos
del hombre. Consideraba posible la creación de una sociedad sin clases por medios pacíficos,
sin salir del marco electoral. Cuando se produjo el caso Dreyfus, pidió la revisión del proceso.
Su libro Las pruebas influyó en que perdiese las elecciones de aquel año, pues su actitud chocó
con La oposición de Jules Guesde y otros marxistas de un ala contraria a la defensa de un oficial
burgués. A pesar de esa oposición, Jaurès fue el defensor del bloque de la izquierda. Con todo,
fue electo vicepresidente de la Cámara de Diputados en 1903; pero el Congreso de la
Internacional Comunista de Amsterdam, en 1904, condenó a los socialistas que participaran en
un gobierno burgués, apoyando, por tanto, a Guesde contra Jaurès. Como éste aceptó la decisión
del Congreso, se hizo posible la unión de todas las tendencias socialistas en la Sección Francesa
de la Internacional Obrera (SFIO, 1905). Jaurès y su Socialismo humanista hicieron rápidos
progresos en la nueva organización, en detrimento del guesdismo. El no era apenas un orador político, sino un educador del pueblo, al cual trasmitía ideas de progreso, libertad y justicia.
Algunos de sus adversarios reconocían en él una grande fuerza espiritual; sin embargo, su oposición a la política colonial y sobre todo su lucha incansable por una reconciliación franco-
alemana le reportaron el odio de diversos nacionalistas franceses. Fue asesinado por un
desequilibrado, Raoul Villian, en 1924, y sus despojos fueron trasladados solemnemente al Panteón. Jaurés publicó diversas obras, entre las cuales figuran: Historia Socialista de la
Revolución Francesa; El Nuevo Ejército; Acción Socialista y Discursos Parlamentarios. Entre
1931 y 1939 fueron publicados por Max Bonnafous nueve volúmenes de obras seleccionadas
con el título de: Obras de Jean Jaurès. [Nota del traductor al portugués.]
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Socialismo y Espiritismo – León Denis
poco inclinados a las doctrinas subversivas: Comunismo y Anarquismo. Sin duda alguna, conservan del pasado, de los siglos de servidumbre, una especie de atavismo intuitivo que los muestra hostiles a todas las formas de opresión; pero poseen en el fondo de sí mismos el sentimiento de la realidad, aman la justicia y el progreso.
Es en los grandes centros industriales donde sobre todo tienen los excitadores más influencia sobre las masas trabajadoras, a quienes la palabra de los oradores inflamados por una ruin inescrupulosidad las alcanza mejor, impulsándolas a los excesos. Sin embargo, esto tiene, generalmente, poca duración. Francia es un país de buen sentido y de razón que permanecerá refractaria a las teorías de los bolcheviques y otras doctrinas ajenas a nuestra forma de ser. Lo que se denomina lucha de clases no existe más que en el papel. En realidad no existen más clases desde la Revolución Francesa, no hay más entre ellas límites precisos, pues se manifiesta una penetración recíproca y continua. Todo trabajador económico puede convertirse en patrón. La burguesía tiene sus raíces en el pueblo y en él se nutre incesantemente: es de su seno que surgió la mayoría de los hombres que ilustraron a la humanidad; fue de ahí que se elevaron tantos burgueses, gracias a su trabajo y a su talento. Además, ¿cuántos pequeños propietarios, comerciantes y rentistas no cayeron, en razón de la guerra y de sus consecuencias económicas, en la misma situación del proletariado? Su número es difícil de ser calculado, pues, cambiando de situación, mudan casi siempre de residencia y se van a perder entre la multitud de las grandes ciudades.
Lo desgraciado de esto es que los campos son abandonados y la plétora de habitantes de las ciudades aumenta incesantemente. Se abandonan los trabajos sanos y productivos reales para confinarse en viviendas estrechas, privadas de aire y de luz. De tal manera la raza se esteriliza, debilita y resbala por un declive peligroso.
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Parece que asistiéramos a un comienzo de desagregación de la sociedad. El cimiento que liga a los elementos del edificio, esto es, el sentido de familia, la disciplina social, el patriotismo, el sentimiento religioso, etcétera, se enervan y descomponen.
¿A quién cabe la responsabilidad de este estado de cosas? En gran parte a la Iglesia y a la Escuela. Petrificada en sus dogmas, la Iglesia se mostró impotente para comunicar al cuerpo social esa fe viva que es la grande fuerza, la misma alma de las naciones; su catecismo, incomprensible e incomprendido es notoriamente insuficiente para esclarecer y guiar a los seres del pueblo por los caminos difíciles de la existencia. Ciertamente, es 6
Socialismo y Espiritismo – León Denis
verdad, pueden aún contentarse; pero una sociedad entera no puede vivir de ese pan reseco y endurecido.
Hablamos de la Escuela actual, amplia y obligatoria. Ella fue una reacción contra la escuela congregacionista imbuida de prejuicios dogmáticos y de doctrinas seculares. Los promotores de la escuela laica tenían un programa y una finalidad: hacer que todos compartieran, en un ímpetu de entusiasmo, su confianza en la solidaridad humana por la difusión de la educación y el conocimiento de los principios que afirman el deber y la participación de todos en la obra común. Esa instrucción era complementada con nociones de moral impregnadas de ideal espiritualista. Los manuales de Paul Bert, de Compayrè, enseñaban la existencia de Dios, la inmortalidad del Ser, procurando reencender el fuego sagrado en las almas francesas. Sus sucesores, sin embargo, continuando con sus miras exclusivamente terrenas, eliminaron paulatinamente esas nociones de idealismo y la escuela cayó bajo la influencia materialista.
Desde entonces, la instrucción laica, desprovista de elevación, desarrolló exclusivamente el sentimiento personal. Del orgullo al egoísmo no hay más que un paso, por lo cual, treinta años después, éste creció por obra del bienestar logrado por una civilización materialista. Cuando la instrucción está desprovista de freno moral, de sanción, y en ella se inmiscuye la pasión material, no hace otra cosa que superexcitar los apetitos, los deseos de gozos, traduciéndose en un egoísmo desenfrenado.
Es preciso, por tanto, combatir al egoísmo con una enseñanza idealista regeneradora. Vencido el egoísmo, será más fácil extinguir las otras pasiones que corroen el corazón de los humanos.
La escuela neutra representa, en la actualidad, un conjunto de conocimientos carentes del bien moral necesario para constituir una educación auténtica, una dirección eficaz. Ella reencontrará su prestigio, su poder benéfico, asimilando una doctrina espiritualista independiente, susceptible de llenar el vacío de todas las enseñanzas confesionales. Pues bien, esa doctrina sólo el Espiritismo puede ofrecerla. A la espera de esa fusión, ¿cuál es el papel de nosotros, los espíritas? Es el de crear, de multiplicar el ejemplo de nuestros hermanos lioneses, las escuelas dominicales donde la doctrina y la moral espíritas son enseñadas a los niños tanto como a los adultos.
Lo que dijimos de la escuela primaria, aplícase igualmente a la enseñanza superior, e incluso a la ciencia, la cual no es aún más que un conjunto de teorías pasajeras, de hipótesis provisorias que un siglo edifica y que el siglo siguiente destruye y sustituye, como lo demuestra el doctor Charles Richet con un vigor y una franqueza admirables.
Es verdad que una ciencia se construye de a poco. Ella tiene por base la experimentación psíquica; pero choca con tantos prejuicios, preconceptos y rutinas materialistas, que pasará mucho tiempo antes de realizarse esa
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Socialismo y Espiritismo – León Denis
síntesis necesaria y esperada que religará a las ciencias actuales, parciales, fragmentarias, en un todo armonioso, esto es, en una concepción general de la vida y del Universo. Ella se convertirá así en un móvil de acción, en un foco de luz capaz de iluminar y de guiar al hombre por las vías hasta aquí inciertas de su destino inmortal.
La ciencia no está hecha, ella se hace; llegará un día en que, mostrándose integral y homogénea abrazará en sus estudios a los mundos visible e invisible, penetrando en ese océano de vida oculta que nos envuelve. Ella conocerá las leyes y, por sobre todo, esa grande ley de ascensión que convoca a cada uno de nosotros a través de los tiempos para un bienestar mejor. Entonces, llegado a este dominio elevado del conocimiento, podrá servir de base al destino humano y a la educación, pues ella no será apenas una ley física, sino también una ley moral a ofrecer a la humanidad.
Hoy ella es, aún, un balbuceo de infante ensayando pronunciar las primeras letras del grande libro eterno y divino.
Agobiada bajo el peso de la materia, cuya densidad es mayor entre nosotros que en los planetas vecinos, sofocada por una atmósfera envenenada, por los fluidos de las pasiones terrenas, ¿cómo el hombre podrá conocer la vida invisible que llena el espacio? ¿Cómo podrá tener una idea de esas jerarquías espirituales que se superponen hasta las cumbres de la Sede Increada? Con todo, esto es lo que el hombre tiene más necesidad de conocer, pues constituye el fin supremo de sus esfuerzos, la sanción de sus actos, la compensación reservada a todas sus pruebas y a sus males.
Es verdad que, por el descubrimiento de las fuerzas radiantes y de los estados sutiles de la materia la ciencia humana comenzó a entrever la posibilidad de una vida invisible, mas, antes de haber analizado este estado de la vida por sus métodos actuales, antes de haber examinado sus leyes, sus consecuencias morales, ¡pueden transcurrir muchos siglos! Esperando que nuestra ciencia terrestre llegue a esa altura de nuestras necesidades sociales y doctrinales, la enseñanza de los Espíritus viene a abrir vastos horizontes, iniciándonos en las leyes de la armonía universal. Poco a poco, sobre todo los puntos de nuestro globo terráqueo una comunión se establece entre los vivos y los muertos para luego, desde la Tierra entera, elevarse un himno de júbilo, un canto de reconocimiento y de amor hacia Aquel que, en su sabiduría y su providencia permitió que esta grande Revelación se produjese en el momento mismo en que la humanidad parecía inclinarse hacia un abismo de tinieblas y dolores; hacia Aquel que dispone de todas las cosas con una sabiduría, una providencia y un arte infinitos.
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Nuestro mundo -dijimos precedentemente-, es arrastrado por una corriente poderosa hacia una era de transformación social. El Socialismo, cualquiera sea la opinión que de él se tenga, ya se lo apruebe o se lo condene, ha seguido su camino a pesar de las resistencias y se convirtió en una fuerza que es preciso tener en cuenta. Él tiene en sí los principios del futuro; él triunfará, quizá, con formas muy distintas con las que hoy es concebido y su obra será pacífica o sangrienta, conforme al principio o la idea maestra que lo inspire.
En la actualidad, los socialistas están divididos en escuelas rivales. Ellos trabajan de maneras diversas para reunir los elementos necesarios a la fundación de un nuevo edificio social. Les falta, sin embargo, lo esencial, el cimiento que debe aunar esos elementos, esto es, la fe depurada y el espíritu de sacrificio que ella inspira. Les falta el ideal poderoso que entusiasma, fecunda y vivifica.
Para construir la sociedad futura, para fijar la ley definitiva es preciso, antes que nada, conocer la ley universal del progreso y de justicia y tomarla por guía, puesto que si no conformamos nuestras obras a la ley eterna que rige a las cosas, no haremos más que una obra efímera construida sobre la arena que se caerá irremediablemente.
¿La ciencia es, con todo, y por alguna razón especial, importante en este momento crucial por el que pasa el mundo y que cada vez se agrava más? No, es apenas un intento de hacer cesar o por lo menos aminorar el sufrimiento humano, y ése es también el deseo intenso de poner fin a las iniquidades sociales que inspira al Socialismo en sus diversas corrientes. Ese movimiento que la ciencia aún no creó, ¿llegará a ella indicándole, dirigiéndole, señalándole la finalidad elevada que debe ennoblecer e idealizar sus esfuerzos? Desde este punto de vista, la ciencia actual se muestra impotente.
Es así como hemos visto a los socialistas inspirarse en ciertas teorías científicas y erigiendo al materialismo y al ateísmo a la categoría de un principio. Hízose tabla rasa de todas las esperanzas en un más allá, de toda idea de supervivencia, de toda concepción de un ideal divino. Y ese estado de espíritu es lo que la muestra a la ciencia estéril o funesta. Así como decía Giuseppe Mazzini5, el gran demócrata de su patria, Italia, se puede
5 Mazzini, Giuseppe - Escritor y político italiano nacido en Génova el 22 de junio de 1805 y muerto en Pisa en marzo de 1872. Estudió derecho, filosofía y medicina, graduándose en 1827. Adhirió a los Carbonarios (organización secreta que luchaba por la unificación de Italia desde el tiempo de Napoleón I), escribiendo en periódicos de oposición al gobierno y a la Iglesia. Fue político, filósofo, innovador religioso y crítico literario, pero en todas estas facetas deja siempre traslucir la síntesis homogénea y perfecta que cimenta sobre la solidez de su fe religiosa que, para él, era "el elemento eterno, esencial e inmanente de la vida, el espíritu de la humanidad, su alma, la vida, la conciencia y su símbolo exterior".
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Es por ello que, en razón de la mención de Mazzini que hace Denis, queremos reseñar muy someramente la coincidencia ideológica que existe entre ambos, como también con Kardec, sobre temas fundamentales.
Dice Mazzini en sus escritos, que fueron innumerables y de la más diversa índole:
"No conozco en la historia, ninguna gran conquista del espíritu humano, ni ningún progreso en el perfeccionamiento de la sociedad humana, que no tuvieran sus raíces en una fuerte creencia religiosa" (Scritti editi e inediti, VII:334).
"Sin Dios, podéis imponer, no persuadir, podéis ser tiranos, cuando os llegue el turno, pero no educadores o apóstoles" (Ibídem, XVIII:31 y 32). De ahí la falencia catastrófica de quienes han intentado y presumen de poder instaurar una moral social sin Dios. "No -dice Mazzini-, la humanidad necesita algo más que una simple moral. Necesita resolver sus propias dudas, calmar su sed de futuro. Necesita que se le diga (y demuestre con hechos, decimos nosotros) de dónde viene y adónde va" (Cartas íntimas, 58). En cuanto a la filosofía, dice: "puede hacer el análisis, la anatomía, la disección de la vida, pero no tiene ni un soplo de vida como para mostrar a los hombres los deberes a cumplir y dar a la moralidad nueva fuerza y grandeza" (Cartas a D. Stern, 72).
Y como lo señalaran ya Kardec, Denis, Max Planck, el físico, y tantos otros más, nuestro atraso como comunidad organizada es más de índole espiritual y moral que intelectual, por lo que dice: "Lo que queremos, lo que el pueblo quiere, lo que la época reclama para salir de este fango de egoísmo, de dudas y de negaciones, adonde nos han precipitado el progreso de las luces al no traer consigo el progreso de la religión y del arte, es una fe, una fe que hermane a nuestras almas, hoy separadas por la persecución de fines individuales, en la conciencia de un origen, de una ley y de un objetivo comunes" (Scritti editi e inediti, V:278 y 179). Pero no "un fantasma de religión sin fe, sin fuerza y sin misión", como la que impera en nuestros días, que ha abandonado a Cristo y al Evangelio, razón por la que condena al Papado "por no haber cumplido con su deber de proteger a los débiles y porque durante tres siglos y medio ha comerciado con los principales del mundo y obedeciendo a todo gobierno de infieles, crucificando a Jesús nuevamente en nombre del egoísmo", y afianzando "la detestable idolatría, contra la que proveerá Dios los medios aniquiladores de todos los ídolos que existieron, existen y existirán" (Ibídem, V:43 y XVIIL207). Pero como Denis y Kardec, dice: "Yo recuerdo todo lo referente a la Iglesia y me postro ante su pasado".
Referente al Mesías escribió: "Amo a Jesús como al hombre que amó más que cualquier otro a la humanidad, a los siervos y a los amos, a los ricos y a los pobres y a los brahmanes, a los ilotas y a los parias". [...] "Pero no queremos sumir a Dios al nacido de mujer, no lo levantamos hasta donde no podemos esperar alcanzarlo; queremos amarlo como al hermano más perfecto de todos nosotros y no adorarlo y temerlo como juez inexorable y dominador intolerante del porvenir" (Ibídem, XVIIL205).
"La vida -decía a propósito de las reformas intelectuales y morales de Ernest Renan- no consiste en la búsqueda de la felicidad" (como ser, por ejemplo: el aumento de las ganancias económicas, el egoísmo, la meditación, el ayuno o el aislamiento de la sociedad humana), sino que, "como lo expresa Carlyle, por la conquista de la más elevada nobleza posible". [...] "El dolor y el placer, la desgracia y la felicidad, son accidentes del viaje". [...] "Se trata, pues, de hallar un principio educador que guíe a los hombres lo mejor posible, que les enseñe a ser constantes en el sacrificio, que los vincule a sus hermanos, sin colocarlos en una situación tal que dependan de las ideas de un solo hombre o de la fuerza de todos. Y este principio es el Deber. Es preciso convencer a los hombres de que ellos, que son hijos de un solo Dios, han de ser en la Tierra los ejecutores de una sola ley; de que cada uno debe vivir, no para sí, sino para los demás; de que el fin de sus vidas no consiste en ser más o menos felices, sino en mejorarse a sí mismos y a los demás, y de que el combatir contra la injusticia y el error, en cualquier parte que se los encuentre, en pro de sus hermanos, no es solamente un derecho, sino también un deber: un deber que no se puede descuidar sin caer en la culpa, un deber para toda la vida". [...] "La vida es una misión". [...] "La vida es una lucha contra el mal, al que no podemos hacer desaparecer aquí abajo, pero debemos mantenernos en guerra constante contra él y reducir continuamente su señorío". [...] "La suprema virtud es el sacrificio; es preciso pensar, obrar,
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manifestar de todos los partidos políticos: "Veo en torno de mí un estado de disolución e individualismo en que se desemboca, forzosamente, por la ausencia de un pensamiento religioso, de una concepción elevada; y veo en esa ausencia la causa y explicación de todos los fenómenos que nos entristecen" (Cartas íntimas).
Se me podrá preguntar si este sentimiento elevado de justicia y solidaridad, si este ideal superior es conciliable con el conflicto de los intereses y la lucha por la vida. ¿Se puede exigir del hombre, en nombre de los principios
combatir y padecer siempre que sea necesario, pero no por nosotros, sino por los demás: por el triunfo del bien sobre el mal". [...] "Dios no os preguntará al juzgaros: ¿qué has hecho por tu alma?, sino ¿qué has hecho por las almas de los que te había dado por hermanos?" [...] "Cuando siento que me dicen: He aquí un justo, pregunto: ¿Cuántas almas se han salvado por él?" [...] "¿Para qué sirven las ideas cuando no es posible encarnarlas en actos?" [...] "Dios piensa obrando, y nosotros, desde lejos, debemos imitarlo". [...] "El que separa la fe y el pensamiento de la acción y al hombre moral del hombre práctico o político, no es verdaderamente religioso. Rompe la cadena que une a la tierra con el cielo" (Scritti editi e inediti, XVI:103; XVIII:15 y 16; V:213; XVI:103; VII254; VIII:74; V:118 y VIII:75).
Como Allan Kardec, que entrevió en el estudio de los fenómenos espíritas "la clave del oscuro y controvertido problema del pasado y el porvenir de la humanidad, la solución y la respuesta a todas mis búsquedas", como él expresa respecto a la unidad religiosa, Mazzini, en su juventud, elaboró planes de reforma religiosa y se preguntaba si la evolución religiosa podría ser la expresión de una concepción cristiana o "aplicación del Cristianismo", o si se erigiría una nueva religión que lo reemplazase. Concluyendo en que: "La moral de Cristo es eterna, la humanidad podrá agregarle lo que desee, pero no podrá sacarle ni una palabra" (Cartas íntimas, págs. 107 y 125). Pero a pesar de que en esos años en que él vivió en la Tierra se estaba codificando la potente luz renovadora de la Religión en espíritu y verdad, mediante la Revelación de los Espíritus, el Espiritismo, a través de las manos capacitadas de Allan Kardec, Mazzini de ello quizás no se informó y, para él, quedó en los resultados de unas audaces y no del todo comprendidas intuiciones carentes de elementos científicos que las fundamentasen acorde con los nuevos tiempos. Fue Mazzini, sin embargo, un Espíritu precursor que supo ver el problema de la reencarnación resuelto, diciendo que "la memoria de la conciencia que tiene el alma de una existencia anterior era una manifestación de que el alma individual progresa a través de una serie de nuevas encarnaciones en otros mundos, que cada encarnación eleva en un grado el alma y que la rapidez del progreso depende de su purificación". [...] "De iniciación en iniciación, a través de tus encarnaciones sucesivas, tu palabra purifica y amplía la fórmula del sacrificio, estudia su camino y enseña tu fe eternamente progresiva". Y agrega: "Si alguna vez reconociésemos esta evolución progresiva de la religión y de la moral, no habría ya más posibilidades para el escepticismo, comprenderíamos entonces que toda fe agotada no es falsa, sino imperfecta, por lo que no es preciso destruirla, sino completarla. Toda religión derrama en el alma humana una nueva gota de la vida universal" (Scritti editi e inediti, V:160 y 161 y XVI :69).
Mazzini, como Gandhi y Albert Schweitzer, fue un rústico de acción que, como vimos a través de unos pocos pensamientos que hemos seleccionado de él, intuyó las claridades filosóficas y religiosas que trajo al mundo el Espiritismo con la publicación, en París, de El Libro de los Espíritus, el 18 de abril de 1857, con el cual prosigue el proceso religioso de las tres grandes revelaciones -confirmado por el Espíritu de Verdad- que habrá de restablecer el conocimiento de la ley divina y universal, liberado ahora de los preconceptos humanos. [Nota de la Editora 18 de Abril confeccionada con extracciones del libro de Bolton King, José Mazzini, Editorial Américalee, Buenos Aires, 1945.]políticos o de los derechos económicos que él renuncie a su egoísmo, a su amor propio, a su fuerte apego a los bienes materiales?
Para poner un freno a las pasiones violentas, a las ambiciones desmedidas, a todos los bajos instintos que traban el progreso social, no es preciso apelar a la inteligencia y a la razón, sino, fundamentalmente, hablar al corazón del hombre, enseñarle a reconocer la finalidad real de la vida, sus resultados, sus consecuencias, sus responsabilidades, sus sanciones. Mientras el hombre ignore el alcance de sus actos y su repercusión sobre su destino, no habrá mejoría duradera en el estado de la humanidad. El problema social es, por sobre todo, un problema moral, hemos dicho. El hombre será desgraciado mientras fuere malo.
El pueblo es, con todo, y a pesar de su ignorancia y sus falencias espirituales, accesible a las verdades consoladoras. Él sufre, se extravía y a veces se exaspera, pero vibra cuando recibe un llamado a su sentimiento generoso. Su educación está por ser hecha, por entero, desde el punto de vista psíquico. El materialismo boya en él en su superficie. ¡Hay un trabajo inmenso a ser emprendido en estas áreas completamente incultas!
Edgar Quinet pensaba correctamente cuando escribía: "¿Cómo no se advierte que el problema religioso abarca el problema político y económico y toda la solución de este último no tiene más que el valor de una hipótesis hasta tanto no se resuelva el primero?".
En efecto, es preciso recordar que en su fe religiosa es que las comunidades cristianas de Oriente y de Occidente, así como en América las organizaciones de los cuáqueros, de los puritanos, etcétera, hallaron las reglas de la disciplina, el principio de la asociación y del respeto que aseguran el bienestar y la prosperidad de estas instituciones y de sus miembros.
Pero en nuestro tiempo y en nuestra Francia (y en el mundo todo) la fe religiosa no tiene la suficiente intensidad para servir de base a una transformación social o a una reorganización económica. Las enseñanzas nebulosas de las Iglesias sobre las condiciones de la vida futura de ultratumba, su dogmatismo estrecho, sus amenazas pueriles relativas a los castigos imaginarios, todo eso terminó por sembrar -hasta incluso entre sus fieles- el escepticismo y la indiferencia.
Mas ahora la Revelación de los Espíritus viene a encender una potente luz sobre las condiciones de vida en el Más Allá y el destino de los seres. Por ella, la ley de las reparaciones se impone a todos, no bajo la forma de un infierno ridículo, sino a través de existencias terrenas que podemos observar y constatar en torno de nosotros; existencias de trabajos, de sufrimientos, de pruebas en medio de las cuales los seres rescatan su pasado culposo y conquistan un futuro mejor. Así la sanción se muestra precisa. Cada uno de nuestros actos recae sobre nosotros y su conjunto constituye la trama de nuestro destino. La justicia y la solidaridad en ella